La concepción cosmológica desarrollada por Giordano Bruno en el diálogo “Del infinito: el universo y los mundos” pretende contribuir, en lo que posteriormente se ha denominado la revolución copernicana, en el desarrollo de una nueva cosmovión en la que se organiza y estructura el universo de una manera totalmente abierta al infinito y a la pluralidad de mundos, frente a la cosmología tradicional sustentada en las ideas de Aristóteles y Ptolomeo, que mantenía al universo encerrado en una serie de esferas concéntricas finitas. La finalidad del diálogo bruniano es la afirmación del infinito como sustancia existente, no sólo en el principio absoluto o causa efficiens del universo, es decir Dios, sino también en el efecto causado por Él. En este sentido, para Bruno, la infinitud de la causa se transmite al efecto, generando un universo, que como efecto del Absoluto, no puede ser más que infinito en lo concerniente al espacio y a la materia o sustancia corpórea.
Giordano Bruno elabora su visión cosmológica a partir de las teorías copernicanas de su época, estableciendo el movimiento diario de la Tierra sobre su eje de rotación, el movimiento anual en torno al sol y el movimiento de declinación del eje terrestre. Aparte de estos movimientos, Bruno en su obra “La cena de las cenizas” también atribuye a la tierra otros dos movimientos físicos de redistribución de sus partes, los cuales concurren, junto con los movimientos de rotación y traslación, en un único movimiento compuesto, cuya naturaleza no es aclarada suficientemente por Bruno. Más adelante, llega a atribuir a la tierra un movimiento instantáneo que viene a coincidir con el reposo además de su propio movimiento causado por su propia virtud intrínseca. Esta virtud, impartida por Dios, es el alma o principio infinito que poseen todos los cuerpos celestes. A la vez, Bruno elimina las esferas ulteriores a la octava esfera de la cosmología aristotélica, la esfera de las estrellas fijas, que fueron introducidas por los astrónomos con el fin de subsanar las anomalías del movimiento estelar. Mientras Copérnico mantiene la octava esfera concibiendo un mundo finito y cerrado, a pesar de haber establecido con el movimiento de la tierra la premisa necesaria y suficiente para negar la existencia de la esfera de las estrellas fijas y abrir, con ello, el universo al infinito, Giordano Bruno, por su parte, configura una visión revolucionaria del universo, sin jerarquías, homogéneo en todas sus partes y abierto al infinito. La grandeza del pensamiento de Bruno estriba en haber concebido una humilde visión del mundo en la que el hombre ya no es el centro del universo: no hay razón alguna para pensar que en las estrellas más lejanas no se den los mismos accidentes que en la Tierra. Ya en su diálogo “La cena de las cenizas”, Bruno extrae las implicaciones de la infinitud del universo: "las otras estrellas no están ni más fijas ni fijas de manera diferente a como lo está esta estrella nuestra en el mismo firmamento que es el aire. Y no es más digno de recibir el nombre de octava esfera el lugar donde está la cola de la osa, que el lugar donde está la tierra en que nos encontramos"
La ampliación al infinito se realiza en todas las direcciones y sentidos sobre la base de la homogeneidad, lo cual implica la eliminación de las esferas celestes y planetarias de la concepción cosmológica aristotélico-ptolemaica. El universo pasa a ser una homogénea reiteración de innumerables sistemas estelares en un espacio infinito sin centro ni periferia. La demostración de la existencia necesaria de un universo infinito en acto es dilucidada por Bruno mediante una doble vía: 1) por medio de la potencia pasiva o causa formalis del universo y, 2) por medio de la potencia activa del Eficiente o causa efficiens. La potencia pasiva o causa formalis alude a la capacidad intrínseca o forma que tiene el espacio de recibir en su seno a la materia; mientras que la potencia activa del Eficiente expresa el poder de Dios. La primera vía se desarrolla a través de la crítica a la noción aristotélica de lugar y la afirmación del espacio como continente esencial de la materia o espacio general homogéneo que permite aplicar el principio de razón suficiente. El Universo ha de estar abierto al infinito, pues de lo contrario, si nos insertamos en una concepción finita del universo siempre nos puede surgir el interrogante: ¿qué hay más allá de sus límites?. Bruno afirma: "si se responde que no hay nada, yo diré que eso es el vacío, lo inane; y un vacío y un inane tal que no tiene límite ni término alguno ulterior y sólo está limitado en su interior: y es más difícil de imaginar una cosa así que pensar que el universo es infinito e inmenso, porque no podemos evitar el vacío si queremos establecer que el universo es finito". Por tanto, la concepción bruniana del universo rechaza la definición de lugar como “límite del cuerpo continente” y los atributos de finitud y accidentalidad de la sustancia corpórea: nada hay fuera del universo infinito. El espacio es un receptáculo contenedor de innumerables cuerpos celestes y de mundos posibles; un espacio homogéneo, idéntico e indiferente en todas sus regiones y, por ello, infinito. Ahora bien, de aquí se sigue una de las consecuencias más revolucionarias del pensamiento de Giordano Bruno: si el espacio es homogéneo e idéntico y contiene en una región un mundo, el planeta Tierra, la existencia de este mundo en un espacio infinito es razón suficiente para inferir la continua presencia de mundos en el espacio, pues la misma razón o causa que lleva a la existencia de este mundo, lleva a la existencia de infinitos otros en el espacio infinito homogéneo. Bruno aplica, pues, el principio de razón suficiente para establecer, por analogía, en el espacio infinito homogéneo, lo dado en una región y así afirmar la necesaria innumerabilidad de los mundos. Desde esta perspectiva, una vez inferido el infinito a partir de la causa formalis o potencia pasiva del universo, tanto el espacio como la materia son infinitos y pueden recibir sin obstáculos la acción de la causa efficiens o potencia activa del universo.
Giordano Bruno elabora su visión cosmológica a partir de las teorías copernicanas de su época, estableciendo el movimiento diario de la Tierra sobre su eje de rotación, el movimiento anual en torno al sol y el movimiento de declinación del eje terrestre. Aparte de estos movimientos, Bruno en su obra “La cena de las cenizas” también atribuye a la tierra otros dos movimientos físicos de redistribución de sus partes, los cuales concurren, junto con los movimientos de rotación y traslación, en un único movimiento compuesto, cuya naturaleza no es aclarada suficientemente por Bruno. Más adelante, llega a atribuir a la tierra un movimiento instantáneo que viene a coincidir con el reposo además de su propio movimiento causado por su propia virtud intrínseca. Esta virtud, impartida por Dios, es el alma o principio infinito que poseen todos los cuerpos celestes. A la vez, Bruno elimina las esferas ulteriores a la octava esfera de la cosmología aristotélica, la esfera de las estrellas fijas, que fueron introducidas por los astrónomos con el fin de subsanar las anomalías del movimiento estelar. Mientras Copérnico mantiene la octava esfera concibiendo un mundo finito y cerrado, a pesar de haber establecido con el movimiento de la tierra la premisa necesaria y suficiente para negar la existencia de la esfera de las estrellas fijas y abrir, con ello, el universo al infinito, Giordano Bruno, por su parte, configura una visión revolucionaria del universo, sin jerarquías, homogéneo en todas sus partes y abierto al infinito. La grandeza del pensamiento de Bruno estriba en haber concebido una humilde visión del mundo en la que el hombre ya no es el centro del universo: no hay razón alguna para pensar que en las estrellas más lejanas no se den los mismos accidentes que en la Tierra. Ya en su diálogo “La cena de las cenizas”, Bruno extrae las implicaciones de la infinitud del universo: "
La ampliación al infinito se realiza en todas las direcciones y sentidos sobre la base de la homogeneidad, lo cual implica la eliminación de las esferas celestes y planetarias de la concepción cosmológica aristotélico-ptolemaica. El universo pasa a ser una homogénea reiteración de innumerables sistemas estelares en un espacio infinito sin centro ni periferia. La demostración de la existencia necesaria de un universo infinito en acto es dilucidada por Bruno mediante una doble vía: 1) por medio de la potencia pasiva o causa formalis del universo y, 2) por medio de la potencia activa del Eficiente o causa efficiens. La potencia pasiva o causa formalis alude a la capacidad intrínseca o forma que tiene el espacio de recibir en su seno a la materia; mientras que la potencia activa del Eficiente expresa el poder de Dios. La primera vía se desarrolla a través de la crítica a la noción aristotélica de lugar y la afirmación del espacio como continente esencial de la materia o espacio general homogéneo que permite aplicar el principio de razón suficiente. El Universo ha de estar abierto al infinito, pues de lo contrario, si nos insertamos en una concepción finita del universo siempre nos puede surgir el interrogante: ¿qué hay más allá de sus límites?. Bruno afirma: "si se responde que no hay nada, yo diré que eso es el vacío, lo inane; y un vacío y un inane tal que no tiene límite ni término alguno ulterior y sólo está limitado en su interior: y es más difícil de imaginar una cosa así que pensar que el universo es infinito e inmenso, porque no podemos evitar el vacío si queremos establecer que el universo es finito"
La segunda vía para demostrar la infinitud del universo se desarrolla en base a la afirmación de la potencia absoluta divina que necesariamente produce una acción infinita; de lo contrario, reflejaría una limitación de la potencia absoluta del Eficiente infinito. Bruno rechaza la concepción escolástica que define el universo como el efecto de la potentia ordinata, según la cual el orden de la naturaleza es un subconjunto actualizado de la potentia absoluta divina en función de la voluntad libre de Dios que ha querido crear un universo finito en sus coordenadas espacio-temporales: una causa infinita no puede generar más que un efecto infinito. Por tanto, el universo no sólo existe, sino que su existencia inexorablemente es infinita en el espacio y en el tiempo. Esta concepción cosmológica, como era de esperar, se enfrentaba a la teología cristiana de la época, la cual había establecido que la acción creadora de Dios era libre y el universo finito se presentaba como una acción voluntaria de Dios, cuya finitud en modo alguno ponía en entredicho la omnipotencia del Creador. Sin embargo, Giordano Bruno no puede estar de acuerdo con la concepción de la teología tradicional porque, de ser así las cosas, la voluntad divina sería inferior a su potencia, lo que implicaría la negación de los atributos divinos. Esto es debido a que si se admite la superioridad de la potencia divina sobre la voluntad o la bondad divinas, ello implica que un atributo es inferior a otros y , por tanto, finito, y ,como señala Bruno: “puesto que el primer principio es simplicísimo, si fuera finito según un atributo, sería finito según todos los atributos; o bien, si fuera finito según cierta razón intrínseca o infinito según otra, se entendería necesariamente que en él hay composición. Por tanto, si él es realizador del universo, es ciertamente realizador infinito y atiende a un efecto infinito; digo efecto en cuanto que todo depende de él… así como la potencia activa es infinita, también es infinito, por consecuencia necesaria, el objeto de esa potencia puesto que el poder hacer exige el poder ser hecho, lo que dimensiona exige lo dimensionable, el dimensionante exige lo dimensionado”.
Una vez establecido el infinito y demostrada racionalmente la pluralidad infinita de los mundos, Giordano Bruno se esfuerza en exponer la estructura del universo. Los filósofos medievales anteriores a Copérnico había reconocido a Dios la posibilidad de crear un universo con mundos innumerables pero se había afirmado como realidad física un único mundo insertado en un universo cerrado y finito tal como había estipulado Aristóteles. El desarrollo de la filosofía natural a partir del edicto de Tempier del año 1277 viene marcado por la afirmación de esa posibilidad divina que depende de la libre voluntad del Creador. Sin embargo, no se afirma la realidad física en acto de la pluralidad de mundos, sino que sus pretensiones son el establecimiento de la contingencia del universo y su dependencia radical de la voluntad divina frente al necesitarismo aristotélico. Por otro lado, la representación hipotética de la pluralidad de mundos que mantenía la tradición escolástica se hace sobre la base de la repetición del mundo aristotélico: cada mundo estaría formado por un conjunto de esferas en cuyo centro estaría la Tierra en cuestión, limitado por una esfera o cielo de estrellas fijas como el que limita nuestro mundo. La concepción bruniana rompe ese esquema eliminando las esferas continentes de los mundos y las estrellas, y distribuyendo los astros por el espacio en diferentes distancias. En consecuencia, de la dispersión de los astros por todo el espacio surge la realidad de un cielo infinito lleno de éter en el que residen infinitos astros e infinitos sistemas planetarios. La estructura básica de esta concepción cosmológica es el sistema planetario concebido como una serie de planetas girando en torno a una estrella; esta estructura constituye un ser viviente dotado de alma o principio interior de movimiento (virtus) equilibrado en su interior por la armonía o concordia (amor o simpatía) de los elementos contrarios que la integran: soles y tierras-aguas. Como afirma Bruno: “ De esa diferencia y oposición de contrarios depende el orden, la simetría, la armonía, la paz, la concordia, la composición, la vida, de suerte que los mundos están compuestos de contrarios y unos contrarios (esto es, las tierras o aguas) viven y vegetan por los otros contrarios (esto es, los soles o fuegos)”. Los astros son concebidos como compuestos de los cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua) mientras que los mundos se diferencian en soles y tierras. Los soles son cuerpos luminosos, formados por fuego, que esparcen el calor vital, fuente de vida para las tierras que giran en torno a ellos, mientras que los planetas están formados por tierra y agua. El agua es el elemento aglutinante de la tierra, cuya finalidad es cohesionar y dar consistencia al globo terrestre para que forme una unidad. Las tierras o planetas giran en torno a los soles con un movimiento diario causado por la virtus o principio interior de movimiento que responde a un vínculo amoroso que es causa, no sólo del movimiento de los planetas sino, también, del origen de la vida animal en las tierras, a través de la fecundación de los rayos solares. En efecto, según la cosmología bruniana, soles y tierras conviven en armonía situados a las distancias apropiadas para que la vida sea posible. Esta disposición es el resultado de una acción providente inmanente a la naturaleza que ha hecho posible el surgimiento de la vida animal y humana en cada mundo mediante un proceso de generación espontánea producido por la fecundación de los rayos solares. De aquí se deduce que los pueblos humanos tienen un origen plural tanto en la tierra como en los innumerables mundos del espacio infinito. Estas ideas, al entrar en contradicción con las Sagradas Escrituras, suponían para las ortodoxas autoridades de la iglesia católica un claro alegato de acusación de herejía, que fueron utilizadas por el tribunal de la Santa Inquisición para enviar a Giordano Bruno a la hoguera, en la que fue quemado vivo el dia 17 de Febrero de 1600.
Lecturas recomendadas de Giordano Bruno:
- La cena de las cenizas.
- Del infinito: el universo y los mundos.
- Expulsión de la bestia triunfante.
- La cábala del caballo Pegaso
Una vez establecido el infinito y demostrada racionalmente la pluralidad infinita de los mundos, Giordano Bruno se esfuerza en exponer la estructura del universo. Los filósofos medievales anteriores a Copérnico había reconocido a Dios la posibilidad de crear un universo con mundos innumerables pero se había afirmado como realidad física un único mundo insertado en un universo cerrado y finito tal como había estipulado Aristóteles. El desarrollo de la filosofía natural a partir del edicto de Tempier del año 1277 viene marcado por la afirmación de esa posibilidad divina que depende de la libre voluntad del Creador. Sin embargo, no se afirma la realidad física en acto de la pluralidad de mundos, sino que sus pretensiones son el establecimiento de la contingencia del universo y su dependencia radical de la voluntad divina frente al necesitarismo aristotélico. Por otro lado, la representación hipotética de la pluralidad de mundos que mantenía la tradición escolástica se hace sobre la base de la repetición del mundo aristotélico: cada mundo estaría formado por un conjunto de esferas en cuyo centro estaría la Tierra en cuestión, limitado por una esfera o cielo de estrellas fijas como el que limita nuestro mundo. La concepción bruniana rompe ese esquema eliminando las esferas continentes de los mundos y las estrellas, y distribuyendo los astros por el espacio en diferentes distancias. En consecuencia, de la dispersión de los astros por todo el espacio surge la realidad de un cielo infinito lleno de éter en el que residen infinitos astros e infinitos sistemas planetarios. La estructura básica de esta concepción cosmológica es el sistema planetario concebido como una serie de planetas girando en torno a una estrella; esta estructura constituye un ser viviente dotado de alma o principio interior de movimiento (virtus) equilibrado en su interior por la armonía o concordia (amor o simpatía) de los elementos contrarios que la integran: soles y tierras-aguas. Como afirma Bruno: “ De esa diferencia y oposición de contrarios depende el orden, la simetría, la armonía, la paz, la concordia, la composición, la vida, de suerte que los mundos están compuestos de contrarios y unos contrarios (esto es, las tierras o aguas) viven y vegetan por los otros contrarios (esto es, los soles o fuegos)”. Los astros son concebidos como compuestos de los cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua) mientras que los mundos se diferencian en soles y tierras. Los soles son cuerpos luminosos, formados por fuego, que esparcen el calor vital, fuente de vida para las tierras que giran en torno a ellos, mientras que los planetas están formados por tierra y agua. El agua es el elemento aglutinante de la tierra, cuya finalidad es cohesionar y dar consistencia al globo terrestre para que forme una unidad. Las tierras o planetas giran en torno a los soles con un movimiento diario causado por la virtus o principio interior de movimiento que responde a un vínculo amoroso que es causa, no sólo del movimiento de los planetas sino, también, del origen de la vida animal en las tierras, a través de la fecundación de los rayos solares. En efecto, según la cosmología bruniana, soles y tierras conviven en armonía situados a las distancias apropiadas para que la vida sea posible. Esta disposición es el resultado de una acción providente inmanente a la naturaleza que ha hecho posible el surgimiento de la vida animal y humana en cada mundo mediante un proceso de generación espontánea producido por la fecundación de los rayos solares. De aquí se deduce que los pueblos humanos tienen un origen plural tanto en la tierra como en los innumerables mundos del espacio infinito. Estas ideas, al entrar en contradicción con las Sagradas Escrituras, suponían para las ortodoxas autoridades de la iglesia católica un claro alegato de acusación de herejía, que fueron utilizadas por el tribunal de la Santa Inquisición para enviar a Giordano Bruno a la hoguera, en la que fue quemado vivo el dia 17 de Febrero de 1600.
Lecturas recomendadas de Giordano Bruno:
- La cena de las cenizas.
- Del infinito: el universo y los mundos.
- Expulsión de la bestia triunfante.
- La cábala del caballo Pegaso