jueves, 4 de noviembre de 2010

MOVIMIENTOS POSTMODERNOS

Frente a la crisis de la racionalidad moderna han surgido una serie de movimientos intelectuales que tratan de dar respuesta, cada uno a su manera, a la cuestión de si es posible la reconstrucción de un nuevo proyecto emancipatorio a través de una racionalidad más débil que la preconizada por la Ilustración, basada no ya en unos contenidos sustantivos de orden único, sino en unas estructuras formales capaces de conformar unos ideales emancipatorios globales, desde una perspectiva omniabarcante donde las diferencias culturales jueguen un papel decisivo. Aunque las respuestas han sido múltiples, todas ellas pueden encuadrarse en alguno de los siguientes movimientos intelectuales: el neo-conservadurismo de Bell, MacIntyre, Milbank, etc., el reformismo de Habermas, Giddens, Jameson, Bauman, etc., y, finalmente, el postmodernismo, propiamente dicho, de Lyotard, Foucault, Baudrillard, Cixous, etc.

1. El movimiento neo-conservador

El movimiento neo-conservador se enfrenta a la crisis del proyecto ilustrado proclamando la muerte de la razón moderna. Tanto Bell como MacIntyre o Milbank, tratan de buscar el restablecimiento de una religiosidad secular que sea capaz de ocupar el vacío dejado por la razón ilustrada. Alasdair MacIntyre, en su ensayo "Tras la virtud", se sitúa en una posición pre-moderna al elegir un estado de moralidad de corte aristotélico frente a la ausencia de moralidad ontológica preconizada por Nietzsche. MacIntyre opina que un proyecto emancipatorio es real y factible si la virtud y el sistema político se funden en una unidad genuina. En consecuencia, la educación de los ciudadanos en las virtudes aristotélicas adquiere un papel decisivo.
Daniel Bell, por su parte, atribuye la responsabilidad de la crisis de la razón moderna a la disolución de la ética protestante y al surgimiento del individualismo hedonista que ha acompañado al desarrollo del capitalismo tardío. Con la aparición del individualismo postmoderno se abandona la confianza hacia cualquier proyecto emancipatorio; no se cree en el progreso ni en la transformación social, pues el modo de vida individual y narcisista, propio de las sociedades capitalistas occidentales, ha minado toda esperanza en el establecimiento de un nuevo orden, basado en la justicia social, que sea capaz de articular las vías necesarias para el desarrollo de un proyecto de liberación global. En las sociedades postmodernas, el placer y el estímulo de los sentidos se convierten en los valores por antonomasia de la vida cotidiana. Como afirma Josep Picó: "Al absorber al individuo en la carrera por el nivel de vida, al legitimar la búsqueda de la realización personal, al acosarlo con imágenes, informaciones, cultura, la sociedad del bienestar ha generado una atomización y fragmentación de la vida como totalidad. Con el universo de los objetos, de la publicidad y los mass media , la vida cotidiana y el individuo han sido incorporados al proceso de la moda, y de la obsolescencia acelerada: la realización plena del individuo coincide con su fugacidad". En consecuencia, Bell opina que el restablecimiento de la religiosidad como modelo de racionalidad es la vía para erradicar las condiciones que han propiciado la crisis del proyecto moderno, es decir, el orden hedonista al que, paradójicamente, nos ha conducido la razón ilustrada.
Otra ofensiva contra la Ilustración, semejante a la de Bell o MacIntyre, es la de Grant y Milbank. Ambos acuden a fuentes platónicas y cristianas en busca de una moralidad con la que impregnar la tecnociencia moderna. La razón secular de la Ilustración es vista como la fuente de todos los males que aquejan a las sociedades modernas y postmodernas, alcanzando su máxima virulencia en el nihilismo nietzscheano.

2. El movimiento reformista.

Por su parte, los intelectuales reformistas aceptan la crisis de la racionalidad moderna a la vez que consideran una resolución dentro del marco modernista. Desde esta perspectiva, Jürgen Habermas desarrolla una nueva dialéctica de la Ilustración recuperando la esperanza en el proyecto emancipador de la racionalidad moderna. Para Habermas, el proyecto de la modernidad no está finiquitado; al contrario, es un proyecto inacabado al que le han surgido trabas impuestas por el sistema de producción capitalista. Habermas piensa que es necesario recuperar la racionalidad perdida mediante un proceso de crítica sistemática de los diferentes modos de racionalidad. Así pues, la táctica que debe seguir la teoría crítica se plantea como objetivo el desvelamiento del proceso de trastocamiento de la realidad social producido en las sociedades capitalistas, en aras de desarrollar un nuevo proceso de formulación y reconstrucción del proyecto emancipatorio propio de la modernidad. La patología actual de la modernidad sólo puede ser superada por medio de una noción sustantiva de la racionalidad comunicativa.
Anthony Giddens llega a conclusiones similares y ve la crisis de la modernidad como una fase más en el proceso de realización del proyecto emancipatorio, el cual, aún no ha concluido. Frederic Jameson propone, por su parte, el postmodernismo como la lógica cultural del capitalismo tardío y Zigmunt Bauman ve la postmodernidad como una nueva etapa de la modernidad que, lejos de estar enferma o deformada, representa una nueva realidad social con derecho propio, en la que el personaje central del proyecto emancipatorio, no es ya el trabajador, sino el consumidor.

3. El movimiento postmoderno.

Frente a los movimientos intelectuales anteriores se sitúan las tesis postmodernas que postulan la incredulidad en los grandes metarrelatos. Esta incredulidad procede de la crisis en la que la metafísica ha entrado con la proclamación nietzscheana de la muerte de Dios. Tal proclama representa la pérdida de todo fundamento trascendental. Esto significa, en palabras de Lyon, "que ya no podemos estar seguros de nada. La moralidad es una mentira; la verdad una ficción. Todo lo que queda es la opción dionisíaca de aceptar el nihilismo, de vivir sin engaños ni fingimiento, pero con entusiasmo y alegría. De aquí se sigue que la diferencia entre verdad y error ha desaparecido, es meramente ilusoria. Fuera del lenguaje y sus conceptos no hay nada que pueda constituir, como Dios, una garantía de la diferencia". Desde esta perspectiva, la función narrativa de los grandes metarrelatos explosiona, saltando por los aires una multiplicidad heterogénea de elementos lingüísticos narrativos. Para Jean-François Lyotard, el avance de las sociedades informatizadas ha conducido al surgimiento de nuevos lenguajes y juegos de lenguaje, cuyas reglas nadan en un mar heterogéneo de sentido. Así pues, el tipo de sociedad que se deduce de los análisis de Lyotard responde a una pragmática de partículas lingüísticas en la que interacciona una diversidad de lenguajes y juegos de lenguajes diferentes como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y la consecuente circulación de conocimientos a través de ellas. Las tecnologías de comunicación de masas, la expansión de las industrias de servicios y del ocio, y la multiplicación de la realidad virtual apoyada en la televisión, el cine y la informática, han provocado el cuestionamiento del significado tradicional de la realidad; pues, para que el significado tenga sentido es necesario asumir ciertos límites estables, estructuras fijas, apoyos sólidos y un consenso aceptado por una comunidad. Pero en un mundo dominado por los mass-media, el significado se desvanece, todo vale o eso parece, la realidad se confunde con un sin fín de simulacros, e incluso, las antiguas distinciones entre la cultura de élite y la de masas se tornan vacías por la incesante yuxtaposición en los nuevos medios de comunicación de masas.
De esta manera, los efectos corrosivos postmodernos han llegado a minar los fundamentos de los grandes proyectos ilustrados. Estos se nos presentan, ahora, como grandes ficciones, como superhistorias de progreso difícilmente creibles. Pero además no son sólo ficciones, como afirma Lyotard, también implican poder. Los análisis de Michel Foucault sobre los discursos ilustrados sugieren que la supuesta racionalidad de la que son portadores no reflejan más que situaciones de poder. En consecuencia, los grandes relatos han perdido su credibilidad, abriéndose paso con ello la tarea de la deconstrucción y el desenmascaramiento de la razón ilustrada.
Lecturas recomendadas:
Derrida, J.: La diseminación
Derrida, J.: La escritura y la diferencia
Escandell, M.V.: Introducción a la pragmática
Jameson, F.: Teoría de la postmodernidad
Lyon, D.: Postmodernidad
Lyotard, J-F.: La condición postmoderna
Picó, J.: Modernidad y postmodernidad

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